Superficie y territorio*

por Julieta Lucero

“Señalaré tan solo el momento que recogí en una nueva ruta, la que pude tomar por no estar ya prohibida como la primera vez” (Lacan, 2012, 23).

Lacan dedicó parte de su última enseñanza al trabajo con la topología como vía para mostrar las manipulaciones y torsiones posibles de una materialidad en juego. Nuestro propósito es, partiendo de dicha operación, rescatar el valor de la historia como método de escritura que opera sobre una superficie o, para ser más precisos, sobre un territorio. 

Como punto de partida, resulta primordial preguntarnos qué hace territorio en cada uno, si es que un terreno no habla por sí mismo. Es decir, lógicamente, un lugar no se constituye solo, sino que depende de la ordenación de ese territorio que, a partir de una serie de trazados, lo delimita y, en ese acto, crea sus fronteras. Es menester para un ordenamiento tal de una política que, contenida en estos lineamientos, defina las direcciones de estos. En este sentido, la idea de la geopolítica (Terzaga, 1963) sustenta nuestro planteo, puesto que nos dirigimos a indagar sobre aquellos trazados que marcan un lugar en función de la orientación o el propósito que los determina. 

De lo anterior, desprendemos que la escritura de una historia, hecha de marcas que aíslan las letras en juego en el mar de un relato lenguajero, modela una superficie que, en tanto nueva, emergerá en términos de territorio. Anteriormente (Lucero, 2019), planteamos la necesidad de Freud de escribir la Historia del Movimiento Psicoanalítico como un modo de poner en relato los acontecimientos de su vida misma, asimilando la historia del psicoanálisis a la historia de su vida para dar cuenta de la necesidad de un relato como vía para historizar una vida. Atribuimos, entonces, a la historia una función temporal en tanto trama a partir de la cual se desprende la inscripción de un acontecimiento, una pieza clave en la historia de alguien. Ricouer (2004) va más lejos cuando hace un tratamiento del tiempo y la narración: “El mundo desplegado en toda narrativa es siempre un mundo temporal. O […] el tiempo se hace tiempo humano en cuanto se articula de modo narrativo” (39). 

Ahora intentamos avanzar un poco más al precisar el trabajo de trazado de las marcas inscriptas en el relato de una historia. Por un lado, tal como dijimos, ellas crean territorio, un lugar nuevo para habitar. Sin embargo, este trabajo supone una doble vertiente donde el que traza es, a la vez, trazado por las marcas que otros ya trazaron en ese mismo espacio. Entonces: ¿de qué territorio hablamos si este es susceptible de múltiples trazados que en ese acto lo conforman y lo deforman otra vez? 

Un ejemplo de ello sucede cuando se habita nueva ciudad. Alguien se asienta allí, en el mismo lugar común que otros, siendo capaz de hacer de este su territorio. Es que “¿la letra no es acaso… litoral más propiamente, o sea que figura que un dominio enteramente haga frontera para el otro, porque son extranjeros, hasta el punto de no ser recíprocos?” (Lacan, 2012, 23). Este señalamiento de Lacan nos conduce a plantear que la condición de extranjero es, de algún modo, primaria. De allí, partimos como seres humanos. En consecuencia, es necesario ocuparse del territorio que está dentro de la frontera. Efectuar un trabajo de trazado de los contornos de esta como salida a dicha condición de extranjero. 

Probablemente, y aquí la topología contribuye a captar la complejidad en juego puesto que “no hay como los nudos para orientarse en la estructura” (Lacan, 1978), resulte de la operación de trazado del territorio un cálculo infinito de recorridos y estiramientos posibles según la direccionalidad-intencionalidad de cada uno de los trazos. Sin embargo, sabemos a partir de Lacan que el valor de la letra, de lo que marca a alguien, no es intercambiable. A propósito, esto resulta un contexto de elementos útiles para pensar los movimientos migratorios no apoyado en las delimitaciones de común (a veces no tanto) acuerdo entre países o regiones. 

Proponemos a la escritura como método para alcanzar un artificio -Lacan, precisamente en 1978, indica que la escritura es en sí misma un artificio- que supone la construcción de la propia historia. Lo llamativo es que, en ese acto de escritura, se reconfiguran no solo el tiempo, sino el espacio. Veamos de qué se trata esto. 

Por un lado, se instala un movimiento de pulsación temporal puesto que, cuando se está en presencia de una marca de lo escrito, hay, justamente allí, una temporalidad nueva. Nos referimos a la emergencia de un tiempo que no existía antes en términos de lo que se cuenta (como se hace con el tiempo), lo que está conformado de ahora en más por otros elementos que, al aislar localizaciones de goce que, en tanto diferenciales, trastocan pasado, presente y futuro.     

Por otro lado, dicho proceder precisa los contornos de una dimensión distinta como un nuevo territorio. En este sentido, pareciera necesario que, para habitar un territorio cualquiera, hace falta que una superficie corporal sea puesta en extensión sufriendo, en ese acto, las deformaciones necesarias. 

Antes de concluir, quisiéramos reparar en algo curioso que supone pensar la variabilidad que puede adquirir un territorio a partir del tratamiento de la historia y es que, quizás, el hombre sea la única especie capaz una maniobra tal. Lacan (2007) refiere a una operación de estas características cuando dice que “[…] desde el punto de vista de un intercambio esquematizado en la forma de un organismo que en su límite y sobre este límite presenta cierto número de puntos elegidos de intercambios, adviertan cuán increíble es esto, en efecto, si es cierto que el esquema vital del intercambio más basal está hecho efectivamente de la función de esa pared, de ese límite, de esa ósmosis entre un medio exterior y un medio interior entre los cuales puede haber un factor común” (353). Continúa: “Les ruego considerar lo extraño de ese salto por el cual los seres vivos han salido de su medio primitivo, han pasado al aire, pues, con un órgano del que no podemos sino sorprendernos por su desarrollo de neo-formación, por así decir, arbitraria” (353). No obstante, es también cierto, los pacientes nos lo muestran habitualmente, que contar para tales fines con un órgano, así como el lenguaje, a la vez, nos deja en una arbitrariedad absoluta. A esto remitimos anteriormente cuando señalamos la condición de extranjero del ser humano en su propio territorio, de su propio cuerpo. Pero creemos también que el uso de este órgano para esos puntos de intercambio elegidos, por ejemplo, provee rigor a la idea de que es posible crear una vida en cualquier lugar geográfico a condición de “tener el coraje de inventarlo, es decir, arriesgarse a obtener allí lo que uno no fue a buscar, incluso, lo que uno nunca quiso encontrar” (Bolaños, 2018). 

* En Revista Saltos 7.

Referencias bibliográficas

Bolaños, J. (2018). Sobre el espacio público. Recuperado de internet el día 21 de mayo de 2020. Disponible en: https://javierbolanos.net/sobre-el-espacio-publico/
Lacan, J. (1978). Seminario XXV. El momento de concluir. Versión íntegra: Buenos Aires. 
Lacan, J. (1978). Seminario XXVI. La topología y el tiempo. Versión íntegra: Buenos Aires. 
Lacan, J. (2007). La angustia Seminario 10. Paidós: Buenos Aires. 
Lacan, J. (2012). Otros Escritos. Paidós: Buenos Aires. 
Lucero, J. (2017). Freud, necesidad de una historia. Recuperado de internet el día 28 de septiembre de 2020. Disponible en: https://julietalucero.net/freud-necesidad-de-una-historia/
Ricouer, P. (2004). Tiempo y Narración. Siglo XXI Editores Argentina: Buenos Aires. 
Terzaga, A. (1963). Geografía de Córdoba. Ansaldi: Córdoba. 
Zoido Naranjo, F. (1998). Recuperado de internet el día 23 de abril de 2020. Disponible en: http://www.ub.edu/geocrit/sv-77.htm

Contacto