La influencia de la “Mala Vida” en Córdoba y los circuitos de su retorno*

por Julieta Lucero

Roberto Ferrero -historiador cordobés que trabajó sobre la “mala vida” en Córdoba en el periodo de 1880 hasta las primeras décadas del siglo XIX- señala que el tema de la “mala vida” no ha sido prácticamente tratado en el espacio local pero que, sin embargo, y esto es lo que merece especial atención, es un tema que sigue vigente entre nosotros. Incluso ahora, agrega, se presenta de manera más brutal y trágica.

Insertémonos en la letra de Ferrero: a propósito de la “mala vida” comenta que “su influencia teñía con tintes sombríos a todo el vecindario y ejercía atracción nefasta sobre la “jeunesse dorée” del centro y sobre el proletariado novel de los otros suburbios” (Ferrero, 2013, 20). Luego, en una nota del periódico “El Interior” de noviembre de 1886, se manifiesta la preocupación por los asentamientos humildes y precarios (donde reposaría la “mala vida”) en estos términos: “depósito de mil muertes, asilo de terribles enfermedades… En cuya humedad caliente e infecta pululan millones de microorganismos… Amenaza eterna del proletariado al burgués. ¡Ésta es su venganza contra los que han sido favorecidos por la suerte!” (Ferrero, 2013, 27-28). Hasta aquí tenemos un pequeño panorama de la influencia de la “mala vida” respecto a la ¿buena? vida en Córdoba, la que pertenecería a la elite-la religiosa-la docta. Esos guiones nos ayudarán a mostrar una continuidad en las características de cierta vida de Córdoba, esa que no habitaría en los márgenes. Podemos arriesgarnos a pensar que, esa Córdoba, se sostiene en ese trípode.

Parecería que, así, es prácticamente infrecuente que, si se pertenece a una de ellas, no se pertenezca a las otras.

Retomando la cuestión de la marginalia, esa que se contrapone a la vida de quienes pretenden, desde el centro de la ciudad, descansar en el prestigio del buen nombre, es definida en la Revista Saltos N°2, para señalar una tensión que se plantea entre aquellos a los que se le dificulta nombrarse (marginalia) y a quienes se les dificulta, justamente por lo contrario, alcanzar cierto goce (quienes viven en el centro de la ciudad). Allí (Ferrero, 2015) se rescata una anécdota que comenta Ferrero sobre Enrique Nores Martínez que llegó a boxear (actividad de reputación marginal), regularmente bajo el seudónimo de “Enrique Narvaja” para no disgustar a su madre.

Pareciera que la necesidad de acentuar en Córdoba, a veces incluso de modo grotesco, la distancia entre los márgenes y centro, el que está inscripto del que no, es un intento de nominación vía la exclusión. Lo curioso es que, como sabemos, lo que se excluye generalmente retorna en los intersticios, no del buen nombre sino, de la vida misma. Y justamente de eso se ocupa el psicoanálisis.

Tal vez, este sea el modo de plantear algunas características de un síntoma de Córdoba.

Pero, en estos términos, debemos preguntarnos: ¿cuál es el centro y cuál es el margen?” (Ferrero, 2015).

* Publicado en http://fundacionsalto.org/articulo-boletin/

Referencias bibliográficas

Ferrero, R. (2013). La mala vida en Córdoba. Córdoba: Alción.

Ferrero R.. (2015) La mala vida en Córdoba. En Revista Saltos N°2. Córdoba: Fundación Salto.

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